Empecé a hacer teatro cuando tenía ocho años en la asociación de vecinos de mi barrio.
En octavo de E.G.B mi padre me borró de las clases de interpretación por suspender matemáticas. Al cumplir los dieciocho, retomé las clases de teatro en una escuela privada de Valencia y a los 23 conseguí mi primer trabajo como actriz. Desde entonces he trabajado con distintas compañías y directores de escena.
Sin abandonar mi trabajo como actriz y absolutamente fascinada por autores como Koltès o Rodrigo García, empecé a formarme en dramaturgia contemporánea.
Además del teatro, lo que más me ha motivado siempre ha sido viajar. En particular me he sentido muy atraída por Latinoamérica. Así que, en el año 2009, después de separarme de mi pareja, decidí hacer un viaje de 6 meses por Perú. Sola.
Por aquel entonces llevaba casi un año intentando adaptar al teatro una fábula de Jodorowsky, “Albina y los hombres perro”. Sus personajes me habían cautivado. La historia se desarrolla en un pueblo llamado Camiña que no tenía yo muy claro si existía o no.
Como no tenía un itinerario marcado para mi viaje, una vez en Perú, me puse a escudriñar en Internet y descubrí que Camiña era un pueblo del Norte de Chile en el que vivían 60 personas. Y decidí que ese sería mi recorrido: bajar desde Lima hasta Camiña por la costa.
Durante el viaje continué trabajando en la adaptación de la fábula de Jodorowsky, pero, sobre todo, escribía mucho en mis diarios, donde contaba mis experiencias, emociones y transformaciones. Por otro lado, iba grabando entrevistas a los habitantes de los pueblos que iba recorriendo, con la única intención de usar esos documentos para que los actores españoles con los que pensaba montar la obra, vieran cómo hablaba la gente de allí.
Aquel viaje fue totalmente revelador y volví mucho más enamorada de Latinoamérica y de su cultura de lo que ya estaba.
Al llegar a España, mi buen amigo y dramaturgo Xavi Puchades me hizo ver que toda aquella documentación audiovisual que había recogido, era un material muy valioso para incluir en la dramaturgia de la obra. También me convenció para que me olvidara de la fábula de Jodorowsky y llevara a escena mi propio viaje. Y así, en la primavera del 2010, nació “Hara”, mi primer espectáculo de teatro documental autobiográfico.
Desde entonces sigo investigando este lenguaje escénico que ha pasado a ser el signo que caracteriza a las obras de Teatro de La Catrina.
“La Onironauta” fue mi segundo proyecto. Para ponerlo en pie, hice un viaje de diez meses, desde Ecuador hasta México, en busca de comunidades indígenas que se dedicaran a la interpretación de sueños. A la vuelta construí un universo escénico donde la parte documental y la parte onírica van de la mano todo el tiempo.
En octavo de E.G.B mi padre me borró de las clases de interpretación por suspender matemáticas. Al cumplir los dieciocho, retomé las clases de teatro en una escuela privada de Valencia y a los 23 conseguí mi primer trabajo como actriz. Desde entonces he trabajado con distintas compañías y directores de escena.
Sin abandonar mi trabajo como actriz y absolutamente fascinada por autores como Koltès o Rodrigo García, empecé a formarme en dramaturgia contemporánea.
Además del teatro, lo que más me ha motivado siempre ha sido viajar. En particular me he sentido muy atraída por Latinoamérica. Así que, en el año 2009, después de separarme de mi pareja, decidí hacer un viaje de 6 meses por Perú. Sola.
Por aquel entonces llevaba casi un año intentando adaptar al teatro una fábula de Jodorowsky, “Albina y los hombres perro”. Sus personajes me habían cautivado. La historia se desarrolla en un pueblo llamado Camiña que no tenía yo muy claro si existía o no.
Como no tenía un itinerario marcado para mi viaje, una vez en Perú, me puse a escudriñar en Internet y descubrí que Camiña era un pueblo del Norte de Chile en el que vivían 60 personas. Y decidí que ese sería mi recorrido: bajar desde Lima hasta Camiña por la costa.
Durante el viaje continué trabajando en la adaptación de la fábula de Jodorowsky, pero, sobre todo, escribía mucho en mis diarios, donde contaba mis experiencias, emociones y transformaciones. Por otro lado, iba grabando entrevistas a los habitantes de los pueblos que iba recorriendo, con la única intención de usar esos documentos para que los actores españoles con los que pensaba montar la obra, vieran cómo hablaba la gente de allí.
Aquel viaje fue totalmente revelador y volví mucho más enamorada de Latinoamérica y de su cultura de lo que ya estaba.
Al llegar a España, mi buen amigo y dramaturgo Xavi Puchades me hizo ver que toda aquella documentación audiovisual que había recogido, era un material muy valioso para incluir en la dramaturgia de la obra. También me convenció para que me olvidara de la fábula de Jodorowsky y llevara a escena mi propio viaje. Y así, en la primavera del 2010, nació “Hara”, mi primer espectáculo de teatro documental autobiográfico.
Desde entonces sigo investigando este lenguaje escénico que ha pasado a ser el signo que caracteriza a las obras de Teatro de La Catrina.
“La Onironauta” fue mi segundo proyecto. Para ponerlo en pie, hice un viaje de diez meses, desde Ecuador hasta México, en busca de comunidades indígenas que se dedicaran a la interpretación de sueños. A la vuelta construí un universo escénico donde la parte documental y la parte onírica van de la mano todo el tiempo.